jueves, 2 de abril de 2009

Adiós al letargo











Se acabó el letargo. Pese a la tímida y gélida entrada de la primavera la viña ha despertado ya de su sueño. Tras el periódico y reparador descanso invernal la savia vuelve a fluir por las cepas ante la llamada de la nueva estación y la vid comienza ‘a llorar’ en un signo inequívoco de que el ciclo vegetativo vuelve a arrancar.

Las nevadas y las bajas temperaturas retrasaron los trabajos en la viña a comienzos de
año, pero Las condiciones climatológicas nos dieron por fin un respiro y esta misma semana hemos terminado la poda en seco en la finca. Un pago de 87 héctareas con un sistema de conducción en espaldera en el que hemos apostado por una formación clásica de doble cordón.

Bajo la filosofía de obtener la máxima calidad del fruto limitando rigurosamente la producción, con valores bastante por debajo del máximo de 7.000 kilos por hectárea permitido por el Consejo Regulador, para nosotros la poda es una de las labores fundamentales puesto que, en función del número de yemas que se dejen, constituye un primer control del rendimiento que, en función de la evolución de la campaña, se corregirá definitivamente más tarde mediante la poda en verde y el aclareo de racimos..

Con carácter general optamos por dos yemas en cada pulgar, y seis de estos por planta, aunque realizamos algunas variaciones en función del potencial vegetativo de la planta, reduciendo el número en las más débiles y aumentándolo algo en las que tienen más vigor para de esta manera controlar el crecimiento, ajustando posteriormente la carga.

Uno de los aspectos en los ponemos especial cuidado es en mantener la sanidad de las plantas aplicando cicatrizantes en las heridas producto de los cortes de la poda. Un tratamiento que evita la entrada de microorganismos, especialmente hongos, que pueden afectar a la madera y ocasionar futuro daños.

Ahora estamos terminando de sarmentar y aunque aún habrá que esperar unas semanas para asistir al “milagroso” espectáculo de la brotación, lo cierto es que al pasear por el viñedo ya comienza a sentirse, como si de un cosquilleo se tratase, esa energía vital latente que anuncia que ya está en camino la nueva cosecha.

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