jueves, 5 de febrero de 2009

Poner una pica en Flandes




El ir y venir de personas a la bodega suele ser constante aunque el trajín se incrementa en algunas épocas del año. En cualquier caso, en mayor o menor medida, todas las visitas resultan interesantes porque permiten conocer de primera mano diferentes opiniones sobre nuestra filosofía empresarial e impresiones en torno a nuestros vinos y siempre se extraen conclusiones.

Recientemente acogimos a un importante número de supuestos importadores belgas interesados en comercializar vinos de nuestra zona y dispuestos a conocer in situ la calidad y variedad de nuestros caldos dentro de una misión inversa organizada por la Consejería de Economía y Empleo de la Junta de Castilla y León, centrada en promover la promoción y comercialización de los vinos castellanoleoneses en la cuna de Tintín.

Como a todo aquel que se acerca hasta nuestra modesta y funcional casa les agasajamos ofreciéndoles la hospitalidad de la que hace gala esta zona y metiéndoles “hasta la cocina”. Para quien no conozca la bodega, diré que carecemos de fastuosos salones sociales y que no disponemos de una sala de catas específica, por lo que improvisamos y habilitamos mi despacho para que, aunque un poco apretados, pudieran probar nuestros vinos.


Luego, lo que pasa en otras muchas partes, algunos, en vez de valorar el esfuerzo que se hace en que se encuentren lo más a gusto posible, en lugar de considerar la profesionalidad y el buen hacer, el control de los procesos y el producto que tienen en la copa no ocultan cierta desilusión porque esperan una bodega grandiosa que les apabulle. Y a uno en ese momento, en un arrebato muy estilo Pérez Reverte, se le vienen a la memoria aquellos aguerridos, denostados y sanguinarios tercios a las órdenes del Duque de Alba.

No sé si será la herencia televisiva de Falcon Crest, la mitificada imagen de los châteaux franceses o la moda de fichar a renombrados arquitectos para construir ostentosas ‘catedrales del vino’, pero lo cierto es que, desgraciadamente, muchas veces valoramos las apariencias demasiado y nos quedamos en lo superficial perdiendo la esencia y la grandeza.

Pese a todo seguimos empeñados en ‘poner una pica en Flandes’ porque aunque se identifica a Bélgica como el país de la cerveza –fabrican más de 300 variedades-, constituye una buena apuesta de futuro ya que junto con Francia, Alemania y Holanda es el principal destino europeo para los vinos de nuestra región. Prueba de ello es el consumo per cápita ronda los 32 litros –figura en el noveno lugar del ránking mundial en consumidores de vino- y que la exportación de vino castellanoleonés ha experimentado un crecimiento constante en el mercado belga y entre 2004 y 2007 la cifra de ventas ha crecido en más de un 60%, pasando de poco más de 1,8 millones de euros a superar los tres millones durante ese último ejercicio y con la previsión de un crecimiento sostenido en 2008.

2 comentarios:

Toletum dijo...

Totalmente de acuerdo....se da demasiada importancia a aspectos ajenos a la calidad del vino....yo he oido comentarios a raiz de la etiqueta por ejemplo.
Además he tenido la suerte de visitar la bodega en mi visita a Aranda hace año y medio. Habia elegido ese vino para mi boda ya que fué parte importante de nuestras cenas romanticas de novios y queriamos ver la bodega.
Nos trataron de una manera exquisita, no puedo más nque dar las gracias por enseñarnos cada lugar y explicarnos sus caracteristicas y sus funciones. La amabilidad y la paciencia fue infinita.
Desde Granada mil gracias por el trato pero por supuesto por el vino que sigue formando parte de nuestros buenos momentos y siempre tiene un sitio en mi bodega.
Como decia El Principito: "Lo esencial es invisible a los ojos".

Gracias y abrazos.

Delefer dijo...

Yo creo humildemente que en el mundo del vino la imagen es lo más importante, partiendo de la base que el 99% de la gente no entendemos de vinos, nos dejamos llevar por una etiqueta elegante, una denominación con renombre o haber visto la foto de la bodega centenaria en alguna revista. Antes de llevarnos la copa de vino a la boca ya tenemos una idea preconcebida de como puede ser ese vino; de una denominación que no hemos oido nunca, o de una etiqueta rara, o de un precio barato o caro. Aunque como con las personas, lo importante es el interior.
Animo en el benelux,